viernes, 30 de abril de 2010

Abril en imágenes

Vuelven las lluvias
en el mercado
al escondite inglés
cada uno a lo suyo
Barcelona - Arsenal
una paellita para despedinos de Paco, Priscille y el director de orquesta
grabando el documental
el palacio presidencial

domingo, 25 de abril de 2010

Manualidades

Después de tanto tiempo aquí ya no me sorprendo de nada, ni siquiera de nuestras nuevas aficiones. Una de las principales son las manualidades.

Para quien no lo sepa, siempre he sido el manazas oficial. En el colegio ya suspendía pretecnología (¡esa gran asignatura!) y tenía que recurrir a la familia para aprobar.  El dibujo no era lo mío y lo de cortar cartulina mucho menos, ¿de verdad que se puede cortar en línea recta? Tampoco en casa fui muy dado a las chapuzas, ni electricidad ni nada que se le pareciera.
De un tiempo a esta parte la cosa ha cambiado y más aún desde que vivimos en Camerún. La verdad es que la iniciativa de Vanessa ayuda a ponernos manos a la obra con cualquier cosa. Empezamos haciendo las cortinas de toda la casa, arreglamos la lavadora, hemos cambiado varios grifos, pintado los armarios de la cocina y hemos terminado con todas las termitas de los muebles de la casa. También hemos hecho nuestros pinitos en la decoración de interiores, e incluso, somos "manitas a domicilio", especilizados en lavadoras y reparación de lámparas.

Sin lugar a dudas, lo que más éxito ha tenido es la "sección peluquería". Ya sabéis que a Vanessa le sale enseguida la vena peluquera familiar, de la que se ha aprovechado Amparo  con varias sesiones de corte y tinte. Ayer fue mi turno. El miedo a los peluqueros locales hizo que me atreviese a ponerme en sus manos (y en sus tijeras de cortar papel). La tarea no fue nada fácil debido a mi mata de pelo y a la falta de instrumental, pero el resultado es más que satisfactorio y de ese modo me he convertido en el anuncio andante de "Álex Peluqueros II. Camerún".

Podéis pedir cita a través del blog.

jueves, 22 de abril de 2010

No es fácil tener un gato racista

Aunque suene un poco raro creo que el gato, Micho, es racista. O más bien, lo ha sido. Durante nuestro viaje por el norte lo dejamos en casa de una amiga canadiense (¡gracias Annie!). Su tercera casa en menos de una semana y después de un viaje desde Limbe (4 horas de coche). Cuando lo trajimos de vuelta a casa estaba un poco nervioso (que se lo digan a Vanessa y sus arañazos) y con las visitas de Ghislain y Ulrich (dos amigos cameruneses) se puso como loco y tuvimos que encerrarlo en la terraza mientras se proyectaban las fotos del viaje. No sabemos de dónde vino esa locura, sobre todo teniendo en cuenta que es un gato camerunés.

También hay que decir que con el paso del tiempo se ha calmado y después de unas semanas la cosa ha mejorado. Ahora está más tranquilo y los últimos encuentros con negros no le han alterado tanto e incluso se ha dejado acariciar. Ya se ha acostumbrado a su nueva vida para tranquilidad de Fernando y Ana Lisa.

Ahora mismo está vigilando los mangos, única actividad que realiza si exceptuamos el comer y dormir.

sábado, 17 de abril de 2010

Continuación del viaje...

Tras la incorporación de Catalina y Alejo (Catalejo), continuamos nuestro periplo y fuimos a parar al parque nacional de la Benoué. No era la primera opción pero ante el aviso del colaborador de ciertos riesgos en la carretera hacia el parque nacional de la Bouba-Ndjida, decidimos cambiar la ruta.


El plan estaba claro: levantarnos al amanecer para poder ver algún  que otro animal y volver a salir al anochecer, cuando bajara el calor, para intentar ver alguno más. Así que nos despertamos a las 05:30 para salir con el guía-rastreador de la mañana. Ni nos habíamos quitado las legañas cuando aparecieron los primeros impalas antílopes y LA jirafa. Después de este inicio, nos esperanzamos con ver elefantes y leones. Pero ya nos habían advertido de que era muy complicado y que todo dependería de la suerte (de la chance). El frescor de la mañana ayudaba a no pensar que estábamos de nuevo metidos en el car pegados a los asientos de escay.


Tras el primer paseo, paramos en el río (la Benoué) para ver los hipopótamos. Allí estaban,  tan grandes y tan panchos, sumergidos en el agua. Aunque sólo nos enseñaban las cabezas, la sensación de verlos tan cerca nos impresionó. 


A su alrededor, acechaban los ojos de los cocodrilos y la "mancha". Esto sí que nos dejó boquiabiertos. Una especie de sombra en el agua que se movía casi imperceptiblemente. Se acercó hasta la orilla y el guía-rastreador dio un respingo que nos asustó a todos. Así es cómo las gastan los cocodrilos. De hecho, hubo un momento en que un impala bajó a beber al río y todos con ganas de sangre esperábamos que el cocodrilo lo atacara y ver en directo un documental de La2.


El resto de la mañana nos la pasamos dormitando en el campamento, soportando el calor  como mejor podíamos: tomando refrescos y descansando a la sombra de los kilómetros que llevábamos encima. Tras la comida y la siesta salimos de nuevo en busca de los elefantes. No tuvimos suerte y no los vimos, pero sí conseguimos ver jirafas corriendo-volando, que creo que es la imagen que nos llevamos todos. ¡Qué elegancia!


Terminamos el día en el bar del resort, bebiendo cervezas y comiendo sardinas. Compensamos así, de alguna manera, al gerente del hotel, que el día anterior se había enfadado por perder 4 habitaciones (ya que teníamos las tiendas) y como castigo nos encendió sólo dos horas la luz del generador. En ese momento no sabía que estaba ganando 11 sedientos bebedores.

El penúltimo día volvimos a N'Gaoundere a llevar a Ana al tren (habían llegado unos amigos suyos a Yaundé y no quería dejarlos mucho tiempo solos). Paramos por el camino en Mbe, pues el viernes hay mercado. Allí encontramos a las mujeres mbororo con sus calabazas llenas de leche y yogurt, con sus telas coloridas, sus escarificaciones, su maquillaje y sus joyas. (Esperamos impacientes un trabajo sobre ellas que tiene pendiente la antropóloga inocente Cristina Enguita).

mercado de Mbe
mujeres Mbororo vendiendo yogur en sus calabazas

En N'Gaoundere aprovechamos para acudir a la mezquita a ver el rezo de los viernes. Sorprende la diferencia entre los musulmanes árabes y los del África subsahariana. Un Islam inaccesible y opaco vivimos en Marruecos; abierto y colorido se nos presentó aquí. (Ya lo vieron en el Cinema Rif las fieles seguidoras de Alquibla en el capítulo "El Islam negro").


Nos comimos un pollo que nos supo a gloria después de tanta pasta y tantas latas, y emprendimos un viaje de dos horas y media por una pista, de verdad polvorienta, hasta Idol. Atravesamos muchos pueblos y algunos lagos, hasta llegar finalmente a nuestro destino, demasiado tarde, eso sí, para ver la famosa puesta de sol y con el culo roto después de tanto traqueteo. 

Nos recibió el hermano del Lamido, máximo responsable del pueblo, tanto político como religioso. Nos llevó a su casa, nos acomodó en los sillones, vinieron todos los notables a saludarnos y nos enseñó orgulloso fotos de otros blancos que habían pasado por ahí, mientras las mujeres en la cocina nos preparaban la cena. Nos sorprendió que ninguna viniese a saludarnos, pues en el resto de poblados eran siempre ellas las que nos recibían. Costumbres de la etnia peul. Así es Camerún: cada pueblo tiene su lengua y sus hábitos. Con más cansancio que hambre, comimos algo rápidamente y nos fuimos a dormir.

cena en casa del Lamido
una de las calles de Idol

A la mañana siguiente, al despertarnos ya nos tenían preparado en el salón de la casa el té  acompañado de todo lo que no nos habíamos cenado la noche anterior: arroz, carne en salsa, cuscús... Recobradas las fuerzas, nos acompañaron a dar un paseo por las calles del  pueblo, para que pudiésemos ver su plan urbanístico y sus construcciones. No salíamos de nuestro asombro, parecía el Eixample de Barcelona. El padre del Lamido había diseñado este pueblo con escuadra y cartabón: 40 metros cuadrados para que cada familia contruyese su casa y 10 metros entre finca y finca. Habían plantado todo tipo de árboles:  inmensos eucaliptos, mangos, granados... para dar sombra a aquellas casas de cuento, ejemplo de arquitectura tradicional. La mezcla de conceptos es increíble. Había merecido realmente la pena el viaje hasta allí.

Sin muchas ganas nos montamos una vez más, la última, en el car y nos pusimos rumbo a N'gaoundere para coger el tren de vuelta a casa. Todavía nos esperaban algunas sorpresas por el camino. La primera, y más agradable, fueron las cataratas de Tello, donde hicimos un descanso, nos refrescamos y admiramos aquel lugar único. 


Y la segunda, la provocó el chófer cuando no le dio la gana de pararse en un control de policía porque estaba cansado y quería llegar a casa. Vivimos así una persecución a la africana: a 10 km/hora, por una pista en mal estado. El policía en moto nos siguió un buen rato, anotó la matrícula y llamó a unos refuerzos que, por supuesto, nunca llegaron. Pero Amadou no se achantó en ningún momento, es más, sacó un cuchillo de la guantera por si las moscas. Nosotros mirábamos incrédulos todo lo que estaba pasando sin atrevernos a abrir la boca. En cuanto entramos en el pueblo al barrio del chófer, el policía se largó y ahí quedó la cosa. Nos reímos con ganas de aquella historia y llegamos a tiempo al tren.


La última aventura: el tren en segunda clase. Estábamos seguros de que iba a ser un viaje muuuuy largo y muuuy incómodo, pues nos habían hablado horrores de segunda clase. Sin embargo no fue para tanto. Quizás por el cansancio acumulado o quizás por la confianza y  buen rollo del grupo después de una semana juntos o quizás porque en el tren viajaba el Ministro de Comunicación. Probablemente fue una mezcla de todo. El cansancio nos hizo dormir bastante tiempo a pierna suelta y los ratos que estábamos despiertos nos íbamos riendo de las situaciones surrealistas del vagón y gracias al ministro el tren salió puntual y llegó antes de su hora a Yaundé. El espacio es reducido, el vagón está preparado para 88 personas sentadas y 45 de pie (45 que no aguantan 14 horas de pie, obviamente, y se sientan y tumban donde pueden). Todo fue muy gracioso: 10 blancos ocupando la mitad del vagón con mochilas, tiendas, sacos, comida, agua, regalos, calabazas, cajas y Joaquín durmiendo en el pasillo. Para los que viajamos en el vagón cafetería a la ida, segunda clase fue el paraíso.


Se terminó el viaje, probablemente el más extraño de nuestra vida. 
Nunca habíamos estado en lugares tan remotos.

domingo, 11 de abril de 2010

Semana Santa en el norte de Camerún

La verdad es que perderse una semana por el interior de África no tiene precio. Con el grupo de españoles de Yaundé y las visitas de semana santa, formamos una excursión en toda regla. 9 viajeros desde el principio y 2 más los últimos 4 días. La ruta: Yaundé - N'Gaundere - Poli - Tchamba - Montes Atlantika - Parque Natural de la Benué - Mbe - Idol - N'Gaundere - Yaundé.

Dene y Óscar
Vanessa y Coque
María y Marta
Ana
Isabel y Joaquín
Catalina y Alejo

7 días de historias, anécdotas, viajes en car por pistas polvorientas y la posibilidad de descubrir una zona del país anclada en el tiempo y en sus costumbres.

todo el equipo en la furgoneta

Poco tiene que ver el norte de Camerún con la región del centro. En un trayecto de 15 horas de tren, aunque sea por la noche, se pueden apreciar los cambios, de la frondosidad verde a los colores más cálidos del inicio de la parte de sabana del país. Es complicado iniciar el viaje después de semejante tormento en el vagón-cafetería, pero lo conseguimos.
el tren

A la salida de la estación de N'gaundere nos esperaba el colaborador (Mamadou), el guía (Malam) y el chófer (Amadou) dispuestos a empezar la ruta. 

Amadou y Malam

La primera parte del viaje fue por los montes Atlantika (que literalmente significa: "Allá donde Alá no llegó", o "donde Cristo perdió el mechero"), frontera natural con Nigeria. Tras dormir en el albergue de Poli (y quejarnos porque no había ducha si no un cubo... ¡no sabíamos lo que nos esperaba!), nos dirigimos a Tchamba tras pasar por el río Faro (casi seco en esta época del año) y la reserva natural que lleva su nombre. Tchamba es un pequeño pueblo en el que todos los productos son nigerianos y utilizan los neiras, moneda nigeriana. Disfrutamos del mercado, situado en medio de un llano en llamas repleto de baobabs, de la hospitalidad y del miedo de algunos niños a los nassara (blanco en Fufulde, idioma mayoritario en esta zona). 


Nos aprovisionamos de toda el agua posible (50 litros), pues el calor era insoportable, de porteadores para los kilos de sal y de arroz  que llevábamos como regalo para la tribu y continuamos la aventura yendo al poblado koma, en medio de las montañas, donde pasaríamos la noche. 


Fue como colarse en el escenario de una película. Las gentes de esta tribu viven en cabañas de barro y paja y se visten únicamente con hojas atadas en la cintura. Montamos nuestro campamento junto a las futuras chozas de invitados, nos refrescamos en el río, con el que llevábamos soñando todo el día y nos preparamos para la noche de danza y risas con las mujeres koma.


En este entorno pasamos otro día aprendiendo algo más de este pueblo, que no está acostumbrado a recibir visitas, y sin embargo, sus habitantes ni te huyen ni te avasallan. Simplemente continúan con su vida, como si tal cosa. Te miran con simpatía cuando pasas por su lado y te saludan: "maia maia maia". Indescriptible y fascinante.


Para continuar con nuestra visita antropológica, la noche siguiente la pasamos con los Mbororo, pueblo nómada dedicado al pastoreo. Si bien, el que nosotros visitamos lleva asentado bastante tiempo en las cercanías de Tchamba. A estos sí que les alteramos su rutina. Nos recibieron todos los niños/as del pueblo, con los que jugamos al corro de la patata y después los mayores nos ofrecieron una cena a base de cuscús (nada que ver con el cuscús magrebí) y salsa del fruto del baobab. Esta vez el campamento lo montamos junto a la "mezquita", ya que este pueblo proviene de los primeros musulmanes que llegaron a Camerún, los fulaní (cuyo nombre proviene del árabe "fulán" = fulano, el otro), y su origen está en Malí y Senegal. 


Una mañana en compañía de los niños y las mujeres, probando los productos lácteos y sorprendiéndonos de lo limpio y ordenado que mantenían el pueblo en medio de ese secarral. Otra experiencia a añadir a una semana repleta de ellas; las fotos con los niños, lo agradecidos que estábamos todos y las risas fueron el regalo de despedida.


A partir de aquí salimos de los montes con el parque natural de la Benué como próximo objetivo. Antes, paso para cargar pilas en Poli, tomar cualquier líquido frío (preferiblemente coca-cola) y recoger a los 2 últimos aventureros.