Un desayuno al sol y un bañito en la piscina a primera hora de la mañana nos repusieron del cansancio del día anterior y nos prepararon para la siguiente etapa del viaje: las cataratas de Mamy Wata (ya explicaremos en otra entrada qué es una mamy wata). Según la guía, dichas cataratas no son tan espectaculares como las de Ekom (donde se rodó la película: Greystoke, la leyenda de Tarzán) pero nos pillaban de paso… o eso creíamos…
cataratas de Mamy Wata |
Teóricamente no estaban lejos de Dschang, tan solo a 19 km por la carretera de Fongo-Tongo. Tras pasar un buen rato perdidos, dando vueltas por Dschang, conseguimos llegar a la pista que nos llevaría a las cataratas. En la época de lluvias es complicado llegar a cualquier sitio a causa del barrizal y en la seca no es mucho más fácil porque el polvo no te deja respirar, se te impregna en la ropa, en el pelo, en las pestañas y en todo lo que encuentra. De esa guisa llegamos a las cascadas. Cuando piensas en unas cataratas en Camerún crees que estarán en medio de la selva y que será difícil acceder a ellas. En este caso, lo tienen preparado para el turista: un guía que cobra la entrada y cuenta la historia, un pequeño mirador para verlas desde arriba y un caminito para bajar sin esfuerzos. Aun así, es espectacular descubrirlas en medio de tanta vegetación y poder bañarse debajo de ellas.
Chefferie de Bandjoun |
Terminó así nuestra etapa aventurera y comenzó el merecido descanso. El domingo por la noche llegamos a Bandjoun a casa de Pablo, un español que trabaja para una multinacional de conservas de verduras. Allí pasamos un par de días disfrutando de todo lo que nos ofrecía el pueblo: una de las Chefferies más importantes del Oeste, los entresijos de la fábrica de conservas y, sobre todo, unas agradables cenas con amigos, judías verdes extrafinas con cebolleta y lazo de puerro y helado casero.
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