Viernes 2 de diciembre: primera experiencia en un autobús camerunés
Nos
levantamos con la esperanza de recibir la llamada del aeropuerto diciéndonos que
han llegado nuestras maletas, pero como esto es Camerún, decidimos llamar nosotros y nos comunican que esa noche no ha habido vuelo, así que
nada. Comenzamos a preparar el viaje de fin de semana a Kribi. La mochila la hacemos rápido, ya que no tenemos gran cosa. Cuando Miguel está a punto de venir para ir todos juntos a la
estación de autobuses, llega un sms diciendo que las maletas están en el
aeropuerto, lo dicho, ¡esto es Camerún!
Así
que ¡cambio de planes! Coque llama a un taxista de confianza para que nos lleve al aeropuerto a recoger el equipaje. Una vez allí con nuestras maletas, preparamos la mochila para el finde y el taxista nos acerca a la estación de autobuses y él se lleva nuestras
maletas a la Embajada para que nosotros las recojamos el lunes. Así contado parece fácil, pero para nosotros blanquitos-españolitos, separarnos de nuestras pertenencias se
nos hace bastante cuesta arriba.
Adaptándonos rápidamente a la costumbre camerunesa, llegamos tarde a nuestra cita en la estación de autobuses. Allí ya están esperándonos Miguel y Ana, que es otra lectora de español en la universidad y también será una fija durante todas las vacaciones.
La
estación de Mvan consiste en una calle abarrotada de gente y un montón de compañías con minibuses con diferentes
destinos. La peculiaridad principal del transporte público en Camerún es que
hasta que el bus (sea cual sea su tamaño) no está completo no sale hacia su
destino. Compramos esperanzados los 7 billetes (Carlos, Vanessa, Ana, Miguel,
Raquel, Jaime y Roger, un amigo camerunés de Miguel), pensando que el minibús
se llenará pronto, ya que más o menos nosotros (que somos una delegación) lo completaríamos
en un país europeo, pero no tuvimos mucha suerte. Esto es Camerún y en 3
asientos por fila, más el asiento adaptado en el pasillo, entran 6… Vamos, que
iremos las 4 horas de viaje hasta Kribi bien apretaditos.
Vanessa y Ana han sido más listas, están en el asiento del copiloto como unas
auténticas reinas. El techo del autobús va también bien cargadito: maletas,
racimos de plátanos y hasta ¡una lavadora!
Adaptándonos rápidamente a la costumbre camerunesa, llegamos tarde a nuestra cita en la estación de autobuses. Allí ya están esperándonos Miguel y Ana, que es otra lectora de español en la universidad y también será una fija durante todas las vacaciones.
Estación de autobuses de Mvan |
Mientras que esperamos a que se llene el autobús, pasan por allí mil y un vendedor ofreciendo de todo: comida,
ropa, accesorios... Para desgracia de Jaime, la chica que está a su lado se
compra baton: una pasta de harina de mandioca fermentada con un olor bastante peculiar a la par que desagradable.
La familia, bien apretaditos |
Por
fin comienza el viaje. Primera parada: la gasolinera; ya que hasta que no tienen
el dinero de todos los viajeros no llenan el depósito. Poco después de salir,
nos para la policía por primera vez en este viaje, papeles de todo el autobús y
a continuar. Nos paran dos veces más, pero cuando nos van a parar una cuarta
vez se baja un militar que viene con nosotros y les dice a los
policías que ya hemos enseñado los papeles tres veces antes, así que tenemos
suerte y ya no tenemos que volver a sacar la documentación.
Nuestro destino es una de las zonas costeras de Camerún, nos esperan unas playas más que
conocidas gracias al blog. Vamos por una carretera en buen estado, que une
Duala y Yaundé y la verdad es que tiene bastante tráfico, los adelantamientos
son un poco arriesgados. Pasamos un par de peajes,
en cada uno hay mucha gente vendiendo distintos tipos de comida: en el primero
venden fundamentalmente plátanos, nos gustan, así que compramos
un racimo alucinantemente bueno y también chips de plátano. En el peaje de Kribi venden pescado
seco, con éste no nos atrevemos. A mitad de viaje en una de nuestras mochilas
ha aparecido una bolsa de kikos, que es muy bien recibida por la colonia
española.
Peaje de camino a Kribi |
Llegamos a la estación de autobuses de Kribi cuando está apunto de anochecer. Ahora debemos buscar un taxi que nos lleve al Tara Plage, un hotel al pie de una playa increíble. Nos montamos en el taxi los 7 (más el conductor), hacemos una parada previa en Chez Samy para reservar la cena. Al llegar al hotel, le pagamos lo acordado al taxista pero nos exige el doble, se encabezona y dice que no se moverá hasta que no le paguemos lo que él dice. Hacemos caso omiso y vamos a la “recepción” del hotel, donde nos ofrecen una habitación para los 8, aunque cuando nos la enseñan vemos que se encuentra separada por una pared, se lo comentamos al del hotel y dice que no entiende, que “debe de haberla puesto la mujer de la limpieza”. Da igual, es una cabaña de madera en primera línea de playa… ¡una pasada! El taxista sigue por allí y cada vez se atiene menos a razones, Coque intenta tratar con él pero no hay manera, al final accedemos y le pagamos lo que nos exige, la verdad es que es como un armario.
Vista desde el hotel Tara Plage |
Una vez solucionado el tema del taxi y de la habitación, nos damos el primer baño en las aguas tropicales, que conste que es de noche (cerrada), así que de primeras estamos reticentes, aunque luego nos sienta de maravilla. Después, nos vamos a cenar Chez Samy. Allí se une Santi, otro español de Tres Cantos que vive allí y trabaja con los pigmeos de la zona. Cenamos un pescado grillé y cangrejo a la brasa, todo muy bueno pero algo escaso, porque al final se nos han unido dos chicas y un chico cameruneses. Miguel, Roger, Santi y el séquito camerunés se van a Kribi a tomar algo, el resto nos vamos al hotel a dormir y a descansar.
Vaya... podíamos haber escogido mejor la foto de familia, vaya careto que tengo!!! jajaja...
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