domingo, 7 de agosto de 2011

¡Valientes en Grand Batanga!

Tras los primeros días en Yaundé, nos dispusimos a empezar la aventura fuera de la capital y qué mejor manera de hacerlo que comenzando por las playas de Kribi y con Clara e Iván como compañeros de viaje.


Tras cuatro horas en coche y unas cuantas biodraminas, llegamos a la playa. Preparados para un finde de relax antes del inicio de la semana de viaje para Vanessa, Dani y Diana. El resto del equipo volvería a Yaundé el domingo. Aún así, a todos nos dio tiempo a descubrir lugares nuevos y a los que se quedaron un poco más a disfrutar de un inolvidable día en moto.


Amaneció soleado (cosa extraña en esta época del año), así que aprovechamos para dar el clásico paseo de todo el día por la playa hasta las Chutes de la Lobé con baños, fotos y las merecidamente famosas gambas a la kribienne (con el delicioso fruto del pan) en un chiringuito de la playa. Para cenar fuimos fieles al cangrejo a la brasa Chez Samy, antes de la salida nocturna con Santiago, el de Kribi. Un español muy simpático que lleva varios meses allí y es un contacto perfecto para conocer qué hay que hacer y dónde hay que ir.


Nos aconsejó que el domingo continuásemos por la pista hacia el sur. Y así lo hicimos, nos aventuramos y llegamos a Grand Batanga, un pueblecito a quince minutos de Kribi que conserva una encanto increíble y donde disfrutamos de un verdadero día de playa. Que algunos (los que nos quedamos) pudimos prolongar a tarde y noche playeras con Santi y las españolas del hospital de Ebomé (de la ong Lanzarote Help).


Pasamos un fantástico fin de semana, pero sin duda lo mejor de la estancia en la región del Sur quedó reservado a los tres valientes que con sus motos alquiladas recorrieron 50 km por pista, a ratos al lado del mar y a ratos en medio de la selva ecuatorial, hasta llegar a Ebodjé (el pueblo de las tortugas), a apenas unos kilómetros de la frontera con Guinea. Quimi y Valle en una moto y Vanessa acompañada por el guía-conductor.


Allí pudimos ver un sencillo y bonito museo dedicado a las tortugas, bañarnos en una inmensa playa (aún más) desierta y visitar el pueblo que según el autor de nuestra guía favorita es un ejemplo de ecoturismo. La verdad es que esta vez le damos la razón, al menos en lo de "eco", pero turismo muy poco (afortunadamante), pero cuando llegó la hora de comer no sabíamos dónde ir. Teníamos un hambre voraz después de la aventura y el guía nos había dejado abandonados en la playa (luego descubrimos que se había ido a Campo, casi a Guinea, a ver a su novia), así que nos metimos en una casa, nos sentamos en el salón y una chica muy amable nos sacó unas cervezas de un arcón (que nada tiene que envidiar al de Silviña) y nos preparó unas tortillas de chuparse los dedos.

La Roca de la Tortuga
El museo. Su equipo trabaja en la preservación de las tortugas marinas
Existen 8 especies, de las cuales 5 vienen a poner sus huevos en las playas de Ebodjé
La Roca del Lobo y si te fijas bien una tortuga sacando la cabeza

Menuda experiencia para los tres aventureros, que tras un pequeño incidente con la rueda de la moto de Vanessa, tuvieron que volver juntos en una sola moto. Llegaron al hotel al anochecer teñidos de rojo del polvo de la pista, con el culo destrozado y muy felices.

¡Qué intensidad de día!

PD. Si algún aventurero se decide a venir en noviembre-diciembre, que se traiga casco de moto porque volveremos a Ebodjé durante la temporada en la que las tortugas llegan a la playa a poner los huevos.

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