Sobrevolar el Sáhara ha sido la sensación más extraordinaria de toda la aventura africana. Quizás por los nervios del viaje o quizás porque fue el momento en que realmente nos dimos cuenta de que el avión esta vez no aterrizaría en Marruecos, sino que continuaría bajando hasta un lugar del que no sabíamos absolutamente nada. Dentro de tres semanas volveremos a sobrevolar el desierto, esta vez en dirección contraria y de noche. Lo viviremos con otros nervios, los de volver a casa con miedo al frío y con ganas de abrazaros. Esta vez no podremos disfrutar de los kilómetros infinitos de arena, no veremos nada.
domingo, 29 de noviembre de 2009
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Tranquilos, que aqui no hace nada de frío... ejem... nada... de... ejem...
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